martes, 21 de julio de 2015

Siglo XVI: Renacimiento

El siglo XVI es el período en que se da el mayor apogeo y plenitud del movimiento cultural conocido como Renacimiento. Tal movimiento empezó a gestarse desde la segunda mitad del siglo XIV en la ciudad de Toscana (Florencia), extendiéndose, luego, por toda Europa, a lo largo del siglo XV, hasta alcanzar su máximo florecer en el siglo XVI. El Renacimiento es un conjunto de fenómenos políticos, culturales, religiosos e históricos que caracterizan un período de restauración vital de la Antigüedad Clásica y, por ende, un nuevo modo de entender el mundo en contraposición con el espíritu cristiano medieval. La palabra Renacimiento significa nacido de nuevo, aunque históricamente, no deba interpretarse como si en la Edad Media se hubieran despreciado el arte y la sabiduría antiguos, sino en el sentido de que «renació una extraordinaria estimación de la Antigüedad clásica grecolatina en el sentido total de la cultura y como inspiración para la vida». Los modernos investigadores ha permitido afirmar que el Renacimiento no fue una negación de la Edad Media, sino que emergió de ella y fue la culminación de un proceso ya iniciado en el mismo Medioevo, en el período conocido como Prerrenacimiento florentino que tuvo sus manifestaciones en casi todos los países europeos. El proceso renacentista comprendió dos facetas que formaron parte del mismo fenómeno: por un lado, el Humanismo, que fue la traducción, investigación, estudio e interpretación de la cultura clásica, en función de obtener provecho de tal actividad para crear un mundo mejor, y, unido a ello, la preocupación por rescatar, los viejos manuscritos de los escritores y eruditos de la Antigüedad, y, por otro lado, el Renacimiento, propiamente dicho, que fue el florecimiento de las artes, letras y ciencias teniéndose como base y digno ejemplo lo clásico grecolatino. Los humanistas recrearon y pusieron en vigencia a los autores latinos y griegos en los que se inspiraron los escritores renacentistas para crear sus obras. En lo que respecta a la narrativa, se continúan escribiendo relatos apologéticos y orientalistas o “novellas” humanísticas al estilo de Boccaccio y se da un florecimiento grandioso de varios tipos de relatos, tanto de la línea idealista (la caballería, la exótica, de viajes o de aventuras –bizantina o griega–, la erótico sentimental, amorosa o amatoria, la pastoril, la morisca) como la línea realista (la feminista o femenina, la burlesca, alegórica o satírico carnavalesca, la satírico picaresca o picaresca, la histórico costumbrista, la histórico didáctica). Realmente, la épica narrativa fue el género literario más característico de este período, pues, a diferencia del teatro, destinado a un público predominantemente aristocrático, y de la poesía, fuera italianizante o vernácula, siempre con un círculo reducido de lectores, las narraciones novelescas llegaban a todas las clases sociales, incluso, según cuenta el mismo Cervantes, a los segadores. Y fueron, precisamente, estos modelos novelísticos, y los posteriores, los que se pusieron de moda en toda Europa, con lo que se dio a conocer la gran originalidad y riqueza de la literatura europea occidental.

Características generales del Renacimiento europeo

- Como se ha dicho, en el Renacimiento tiene lugar una restauración de la cultura clásica grecolatina en contraposición con el espíritu cristiano medieval. Se da una vuelta total al clasicismo: lo clásico entendido como algo digno de ser imitado, como lo hubiera expuesto Aulo Gelio, concebido como una constante del espíritu humano, y, por consiguiente, también de la literatura, la constante del equilibrio, del orden, de la armonía, la mesura, la sobriedad, y la perfección formal. 

- Se muestra un cambio en la forma de ver la existencia del hombre: el concepto medieval de la vida humana como tránsito hacia un mundo espiritual entra en crisis y, por el contrario, el hombre se preocupa más por el disfrute de los goces terrenales que son efímeros: la riqueza, el amor y el poder, a través de sus creaciones artísticas; en otras palabras, se le da una completa revitalización al concepto clásico horaciano del carpe diem. La vida profana versus la vida espiritual.

- El hombre pasa a ser el centro del universo y de todas las cosas, en oposición al concepto medieval de considerar a Dios como el eje del mundo. Se parte de la consigna de Terencio: “homo sum, nihil humani a me alienum puto”; y se tiene en muy alta estima las palabras de Protágoras que dicen lo siguiente: Ð ¥mqrwpoj tîn p£ntwn mštron (“el hombre, la medida de todas las cosas”). Antropocentrismo versus teocentrismo. 

- Se da un culto tan profundo y supremo de la razón, que el hombre renacentista se va desvinculando, cada vez más, de la divinidad y de los conceptos medievales y tienden a basarse en ella para fundamentar cualquier explicación sobre la vida, la naturaleza y Dios. De allí se originan, a su vez, las libres interpretaciones que se hicieron de las Sagradas Escrituras a lo largo del siglo XVI y, por ende, las concepciones heréticas y el protestantismo. Razón versus fe. 

- Los artistas del Renacimiento eligieron como máxima fuente de inspiración la naturaleza (el paisaje), idealizando sus bellezas de gran manera. Esta se muestra llena de detalles, colores, sonidos, y de toda clase de objetos que despiertan el placer sensorial, poniéndose de manifiesto que la tierra también es un paraíso y que no hay que desperdiciarla, y aún menos cuando a ella circunscribe el sentimiento del amor (del amor platónico) que a todo conduce y recrea.

- El hombre del Renacimiento, al separarse del cristianismo y de todo escrúpulo de devoción, quedó libre de trabas morales y buscó sobre todo el afán de la suprema belleza, eligiendo los modelos desnudos, al igual que en la antigua Grecia, y, en general, todo lo presente en la naturaleza. 

- El apego a la belleza, el goce de los placeres terrenales y el olvido de los valores morales, así como la debilidad del sentimiento religioso, crearon una sociedad envilecida en la cual todo era permitido, con tal de llegar al fin propuesto. De allí se explican las inmoralidades, orgías y crímenes terribles que se perpetraron.

- No hay un sistema filosófico organizado, sino que se retoman ideas del pensamiento clásico tal y como son, volviéndose antiescolásticos. La filosofía se desliga por completo de la religión siguiéndose un exégesis libre. Retoman el estoicismo (de Cicerón y Séneca), el epicureísmo (de Epicuro y Lucrecio), el escepticismo y el neoplatonismo (de Plotino). 

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